Carl Gustav Jung, uno de los más grandes psiquiatras y psicoterapeutas que ha conocido
la ciencia nació en Kesswill, en el cantón de Turgovia Suiza, el 26 de Julio de 1875. Su
padre era pastor protestante en la Iglesia del salto del Rhin de Schffausen y su madre, era
una mujer muy mística y conocedora-practicante de fenómenos paranormales. Sus investigaciones y experiencias le adentraron en el campo paranormal, en aquellos
tiempos se le llamaba “lo oculto” y lo llevaron a formular su teoría de la sincronicidad.
Èsta deja una puerta abierta a la astrología, el I Ching y otras ciencias adivinatorias.
Al ocuparse de la Psicología de los procesos inconscientes, chocó con la existencia de
fenómenos psicológicos paralelos que no estaban relacionados entre ellos de modo casual
como es el caso de la aparición simultánea de pensamientos, símbolos o estados psíquicos
idénticos.
Durante décadas rehuyó el enfrentamiento con los prejuicios de los escépticos.
Para el no
bastaba con la mera observación, Jung se dedicó a buscar una explicación de todos esos
fenómenos.
Pudo darse cuenta que ni el tiempo ni la distancia ni el espacio eran obstáculo para la
manifestación de las PES. Esto le hizo pensar que una función psíquica podía ser la
causante y no como se pensaba entonces que era un fenómeno energético.
A Carl Jung le interesaron todos los temas dentro del campo de lo paranormal. Estudió
astrología y alquimia. Investigó la filosofía oriental buscando una explicación a los hechos
desacreditados por la mayoría de la comunidad científica y que él sabían que eran ciertos.
Incluso llevó un registro de sus experiencias paranormales personales.
Siendo así, hoy hablaremos sobre lo más especulado e interesante desarrollado en sus postulados...
La teoría de Jung divide la psique en tres partes. La primera es el Yo, el cual se identifica con la mente consciente. Relacionado cercanamente se encuentra el inconsciente personal, que incluye cualquier cosa que no esté presente en la consciencia, pero que no está exenta de estarlo. El inconsciente personal sería como lo que las personas entienden por inconsciente en tanto incluye ambas memorias, las que podemos atraer rápidamente a nuestra consciencia y aquellos recuerdos que han sido reprimidos por cualquier razón. La diferencia estriba en que no contiene a los instintos, como Freud incluía.
Después de describir el inconsciente personal, Jung añade una parte al psiquismo que hará que su teoría destaque de las demás: el inconsciente colectivo. Podríamos llamarle sencillamente nuestra “herencia psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Aún así, nunca somos plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece una influencia sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales; pero solo le conocemos indirectamente, viendo estas influencias.
Para Jung, existen ciertas experiencias que demuestran los efectos del inconsciente colectivo más claramente que otras. La experiencia de AMOR A PRIMERA VISTA, EL DEJA VU (EL SENTIMIENTO DE HABER ESTADO ANTERIORMENTE EN LA MISMA SITUACIÓN) y el RECONOCIMIENTO INMEDIATO DE CIERTOS SÍMBOLOS Y SIGNIFICADOS DE ALGUNOS MITOS, se pueden considerar como una conjunción súbita de la realidad externa e interna del inconsciente colectivo. Otros ejemplos que ilustran con más amplitud la influencia del inconsciente colectivo son LAS EXPERIENCIAS CREATIVAS COMPARTIDAS POR LOS ARTISTAS Y MÚSICOS DEL MUNDO EN TODOS LOS TIEMPOS, o las EXPERIENCIAS ESPIRITUALES DE LA MÍSTICA DE TODAS LAS RELIGIONES, O LOS PARALELOS DE LOS SUEÑOS, FANTASÍAS, MITOLOGÍAS, CUENTOS DE HADAS Y LA LITERATURA. Un ejemplo interesante que actualmente se discute es LA EXPERIENCIA CERCANA A LA MUERTE.
Parece ser que muchas personas de diferentes partes del mundo y con diferentes antecedentes culturales viven situaciones muy similares cuando han sido “rescatados” de la muerte clínica. Hablan de que sienten que abandonan su cuerpo, viendo sus cuerpos y los eventos que le rodean claramente; de que sienten como una “fuerza” les atrae hacia un túnel largo que desemboca en una luz brillante; de ver a familiares fallecidos o figuras religiosas esperándoles y una cierta frustración por tener que abandonar esta feliz escena y volver a sus cuerpos. Quizás todos estamos “programados” para vivir la experiencia de la muerte de esta manera.
Jung pensaba sobre el inconsciente colectivo como UNA MEMORIA COLECTIVA, LA MEMORIA COLECTIVA DE LA HUMANIDAD.
Él pensaba que la gente estaría más sintonizada entre miembros de la misma familia y grupos sociales, culturales y de raza, pero que no obstante habría una resonancia de fondo de toda la humanidad: una experiencia media (un fondo de experiencias) de las cosas básicas que toda la gente experimenta (comportamiento maternal, patrones sociales, estructuras de experiencia y pensamiento). No sería tanto una memoria de personas particulares en el pasado como una media de las formas básicas de estructuras de memoria: estos son los ARQUETIPOS.
De acuerdo con Jung, el inconsciente colectivo está dividido en cuatro niveles:
El primer nivel es el inconsciente individual: sólo los recuerdos individuales son parte de él. Jung añadió tres niveles más.
Los miembros de la misma familia tienen muchos símbolos comunes en su lenguaje y comportamiento. Este grupo común de símbolos es parte del segundo nivel: el inconsciente familiar.
El tercer nivel es el inconsciente social o cultural, común a los individuos que comparten la misma cultura.
Finalmente, en el cuarto nivel, se sitúa el inconsciente colectivo primordial. Contiene las ideas y símbolos más generales de la humanidad, tales como el miedo común a la oscuridad, los instintos, etc. En este inconsciente global, hay alguna estructura que evoluciona desde su inicio.
Para Jung el inconsciente colectivo es una realidad biológica. Sin embargo, bajo las premisas de la biología convencional, no habría forma de que las experiencias y mitos de, por ejemplo, las tribus africanas, tuvieran alguna influencia sobre los sueños de alguien en Suiza de descendientes no africanos, lo cual es el tipo de cosas que Jung pensaba que ocurrían.
Siendo así, la teoría de Jung es quizás una de las más criticadas por su misticidad, sin embargo, este ejemplo antes mencionado, nos deja mucho que pensar, y es allí donde vamos a su trabajo sobre
Los Arquetipos...
Arquetipo es una palabra griega que quiere decir original. En su tiempo, Platón se refirió a
las ideas, y es en realidad nuestra alma la que puede recurrir a estas ideas a través del
pensamiento porque posee su misma esencia.
Según el diccionario de sociología de Salvador Giner, arquetipo es la posibilidad de
configuración de significado dando lugar a ideas e imágenes que vehiculan el significado y
su valor emocional. Los arquetipos son los organizadores inconscientes de nuestras ideas y
se expresan de forma directa e imágenes literarias o icónicas.
Son expresión de la psique
común de la especie humana, según indican los estudios antropológicos y la investigación
psicológica. Los arquetipos se sitúan en el nivel del inconsciente colectivo y constituyen el
núcleo de los complejos, propios del inconsciente personal. Son heredados como lo es la
capacidad de hablar y llevan en sí la sabiduría de la humanidad en su despliegue histórico.
El arquetipo se presenta a la conciencia en forma de símbolo, sea colectivo (mito) o
individual (fantasía),con la emocionalidad propia de lo numinoso, lo revelado.
El arquetipo,
al configurar el significado, crea el sentido y permite transformar la vivencia en
experiencia. Hay pues tantos arquetipos como experiencias humanas comunes, ligadas a la
propia biología del hombre. Los arquetipos básicos en todo individuo son la persona, el yo,
la sombra, la sicigia animus/anima y el sí mismo.
La vida psíquica individual consiste en una dinámica arquetipal inconsciente que el yo (la
conciencia) debe comprender y asimilar a lo largo de su biografía, la individuación. El
arquetipo es la formulación psicológica junguiana de la idea platónica, con sus
posibilidades epistemológicas. De ahí que en Jung también esté presente en su concepto de
“sincronicidad”, el alma, del mundo de Platón. Jung formuló en 1912 su idea por primera
vez (“imagen primordial”) y en 1919 apareció el término.
El arquetipo es el correlato imaginal del instinto, con funciones análogas a las del patrón de
comportamiento biológico en el ámbito psicológico.
Jung llamó así a todas las cosas, símbolos, ideas, que tienen un carácter universal y que
independientemente de la cultura o el tiempo, están arraigados en la psique colectivo del ser
humano.
Los contenidos del inconsciente colectivo son los arquetipos. Arquetipo significa modelo
original o prototipo, pero para la Psicología junguiana, arquetipo es el núcleo de un
complejo, con los que aquellos adquieren renovada trascendencia. Estos rigen nuestra
existencia.
Lo que se hereda es la estructura potencial de los arquetipos. No percibimos a los
arquetipos en sí mismos, sino a sus manifestaciones simbólicas.
Los arquetipos se
manifiestan a través de proyecciones, lo que nos permite inferir la presencia de ellos.
En sus primeros escritos Jung denominó a estas estructuras hereditarias “imágenes
primordiales”, pero después comprendió que era más preciso llamarlos arquetipos. Para ese
tiempo, Jung ya sabía que éstos estaban tan elevadamente organizados y vivos en el
inconsciente y que influían tanto sobre la imaginación conciente que podían ser
personificados o al menos asumir una expresión abstracta.
Jung también expresa que los arquetipos son las formas innatas, a priori, de intuición, de
percepción y de aprehensión. Así como los instintos impelen al hombre a un modo
específicamente humano de existencia, así los arquetipos fuerzan sus vías de percepción y
de aprehensión dentro de esquemas específicamente humanos.
Los arquetipos aparecen en
el ser humano a través de formas determinadas: en las mitologías, en las leyendas, en los
sueños, en ciertos deseos del colectivo.
Jung explica que las expresiones más directas del inconsciente colectivo se encuentran
cuando los arquetipos aparecen como imágenes primordiales en los sueños, en estados
desacostumbrados de la mente (lo que hoy se conoce con el nombre de estados alterados de
conciencia) o en las fantasías de los psicóticos.
Cabe destacar que el material psíquico arquetípico se presenta de igual manera en el
inconsciente de una persona normal como de aquella que sufre de esquizofrenia. La
diferencia está en que éste podría no estar elaborado o en todo caso vale la pena observar de
que manera se ha hecho la elaboración.
La concepción junguiana del inconsciente lo revaloriza respecto de otras psicologías ya que
no lo presenta como un depósito de basuras, de cosas dolorosas que debieron ser
reprimidas, anuladas o escondidas.
Hay una palabra que Jung utiliza muchas veces para expresar una cualidad esencial de los
arquetipos, la numinosidad. Repetidas veces Jung habló de la fuerza numinosa de los
arquetipos. Dado el carácter sagrado o de deidad del numen (deidad pagana) se hace
posible comprender el alcance que Jung confiere a los arquetipos y al inconsciente.
Reconoce al inconsciente la capacidad de intuir y hasta la posibilidad de hacerse con todo
el control de la psique y poseer al individuo como explicación a los fenómenos de posesión
espírita. Jung busca e investiga a los arquetipos en las doctrinas de las tribus primitivas, en
las doctrinas secretas esotéricas, en las religiones, en los mitos y leyendas, en los símbolos
del tarot, en las imágenes de la alquimia y muy especialmente en los sueños.
L A S O M B R A
La sombra no es el total de la personalidad inconsciente. Representa cualidades y
atributos desconocidos o poco conocidos del ego: aspectos que, en su mayoría,
pertenecen a la esfera personal y que también podrían ser conscientes. En algunos
aspectos, la sombra también puede constar de factores colectivos que se entroncan fuera
de la vida personal del individuo.
La sombra no consiste solo en omisiones, también se manifiesta a través de actos
impulsivos o impensados. Esta contiene generalmente valores necesitados por la
conciencia, pero que existen en una forma que hace difícil integrarlas en nuestra vida,
por ello que la sombra se convierta en nuestra amiga o enemiga depende únicamente de
nosotros mismos. De hecho, es como cualquier ser humanos con quien interactuamos, a
veces nos entendemos cediendo, otras veces resistiendo, otras veces mostrando amor,
en fin depende de la situación. Esta llega a hacerse hostil solo cuando es desdeñada o
mal comprendida.
Cuando Jung llamó sombra a un aspecto de la personalidad inconsciente, se refirió a un
factor relativamente bien definido. Sin embargo, a veces todo aquello que es
desconocido para el ego se mezcla con la sombra, incluso aquellas fuerzas más valiosas
elevadas y vitales. En este caso, éstas deben ser asimiladas a experiencias efectivas y no
reprimidas. Corresponde por lo tanto al ego renunciar a su orgullo y vivir conforme a
algo que parece oscuro, pero que en realidad puede no ser así.
EL A N I M A : L A M U J E R I N T E R I O R
La aparición de la sombra no necesariamente acarrea problemas éticos, difíciles y
sutiles. Con frecuencia emerge otra figura interior. Si quien tiene el sueño es un hombre
descubrirá una personificación femenina de su inconsciente y si es una mujer, aparecerá
entonces una masculina. En la mayoría de los casos esta figura aparece tras la sombra
produciendo nuevos problemas diversos. Jung las llamó ánimus y ánima.
El ánima es una personificación de todas aquellas tendencias psicológicas femeninas
dentro de la psique de un hombre. Tal es el caso de vagos sentimientos y estados de
humor, sospechas proféticas, captación de lo irracional, capacidad para el amor
personal, sensibilidad para la naturaleza y su relación con el inconsciente, aspectos muy
presentes en las mujeres. Ésta es la “mujer interior” que transmite los mensajes vitales
del “sí mismo”.
Un ejemplo de cómo puede el ánima puede hacerse presente en la psique de un hombre
lo tenemos en los sacerdotes y los chamanes. En su manifestación individual puede
adoptar forma de madre .
Las manifestaciones más frecuentes del ánima son las fantasías eróticas, presentes en
hombres que no cultivan suficientemente su actividad sentimental.
El ánima posee cuatro etapas en su desarrollo. La primera representa relaciones
instintivas y biológicas, la segunda es personificada con elementos románticos, estéticos
con una característica predominantemente sexual, la tercera contiene elementos de
devoción y elevación espiritual y la cuarta etapa está simbolizada por la sapiencia, la
sabiduría, con matices de elevaciones hasta lo más santo y más puro.
Es posible observar que los aspectos del ánima tienen la misma tendencia que la
sombra, vale decir que pueden ser proyectados de manera que aparezcan como
cualidades de alguna mujer. Jung dice que es la presencia del ánima la que hace que un
hombre se enamore a primera vista, que sea capaz de encontrar la pareja adecuada,
ayuda al hombre a desenterrar cosas del inconsciente que la mente racional del hombre
no logra hacer. También ayuda al hombre a poner su mente a tono con sus valores
interiores buenos.
EL Á N I M U S : E L H O M B R E I N T E R I O R
Es la personificación masculina en el inconsciente de la mujer. Éste puede contener
aspectos tanto positivos como negativos al igual que sucede en el caso del ánima con el
hombre. A diferencia del ánima no aparece en forma de fantasía o modalidad erótica. Es
más apropiado para emerger como una "convicción sagrada u oculta".
El ánimus está influido por su padre de la mujer. Éste dota al ánima de su hija con el
matiz especial de convicciones indiscutibles, irrecusablemente "verdaderas",
convicciones que por regla general no contemplan la realidad personal de la mujer tal
como ella es.
Mitológicamente hablando puede presentarse en su forma positiva como un apuesto
extranjero o de un rey, en tanto que en su aspecto negativo puede aparecer como un
demonio de la muerte.
El ánimus representa en este último caso todas aquellas formas
semiconscientes frías y destructivas que invaden a una mujer especialmente en horas de
sueño si no ha conseguido satisfacer ciertas necesidades de tipo sentimental. Es tan
dañino que la mujer ante esta carencia, comienza a pensar en cosas como herencias
familiares, pensamientos calculadores y fríos, llenos de malicia e intriga llevándola a un
punto en el que es hasta capaz de desearle la muerte a otros. La desventaja es que el ego
se identifica con esas personificaciones hasta el extremo que resulta imposible
separarlos y verlos tal como son.
No todo es negativo sin embargo, también es posible observar un lado positivo y
valioso, ánimus puede construir puentes hacia el "sí mismo" a través de su actividad
creadora.
El ánimus al igual que el ánima tiene cuatro etapas de desarrollo. La primera como una
personificación de mero poder físico, tal es el caso de un hombre atlético o musculoso.
Una segunda etapa, posee iniciativa y capacidad de planear la acción. La tercera etapa
contempla la transformación en palabras, apareciendo con frecuencia como profesor o
sacerdote y por último, en la cuarta etapa el ánimus es la encarnación del significado.
Aquí el ánimus es el mediador de la experiencia religiosa por la cual la vida adquiere
nuevo significado.
Este arquetipo es particularmente útil como ejemplo. Todos nuestros ancestros tuvieron madres. Hemos evolucionados en un ambiente que ha incluido una madre o un sustituto de ella. Nunca hubiéramos sobrevivido sin la conexión con una persona cuidadora en nuestros tiempos de infantes indefensos. Está claro que somos "construidos" de forma que refleja nuestro ambiente evolutivo: venimos a este mundo listos para desear una madre, la buscamos, la reconocemos y lidiamos con ella.
Así, el arquetipo de madre es una habilidad propia constituida evolutivamente y dirigida a reconocer una cierta relación, la de la "maternalidad". Jung establece esto como algo abstracto, y todos nosotros proyectamos el arquetipo a la generalidad del mundo y a personas particulares, usualmente nuestras propias madres. Incluso cuando un arquetipo no encuentra una persona real disponible, tendemos a personificarlo; esto es, lo convertimos en un personaje mitológico "de cuentos de hadas", por ejemplo. Este personaje simboliza el arquetipo.
Este arquetipo está simbolizado por la madre primordial o "madre tierra" de la mitología; por Eva y María en las tradiciones occidentales y por símbolos menos personalizados como la iglesia, la nación, un bosque o el océano. De acuerdo con Jung, alguien a quien su madre no ha satisfecho las demandas del arquetipo, se convertiría perfectamente en una persona que lo busca a través de la iglesia o identificándose con la "tierra madre", o en la meditación sobre la figura de María o en una vida dedicada a la mar.
Otros arquetipos
Jung decía que no existía un número fijo de arquetipos que pudiésemos listar o memorizar. Se superponen y se combinan entre ellos según la necesidad y su lógica no responde a los estándares lógicos que entendemos. Jung, sin embargo, definió algunos otros:
Además de la madre, existen otros arquetipos familiares. Obviamente, existe un padre que con frecuencia está simbolizado por una guía o una figura de autoridad. Existe también el arquetipo de familia que representa la idea de la hermandad de sangre, así como unos lazos más profundos que aquellos basados en razones conscientes.
También tenemos el de niño, representado en la mitología y en el arte por los niños, en particular los infantes, así como por otras pequeñas criaturas. La celebración del niño Jesús en las Navidades es una manifestación del arquetipo niño y representa el futuro, la evolución, el renacimiento y la salvación. Curiosamente, la Navidad acontece durante el solsticio de invierno, el cual representa el futuro y el renacimiento en las culturas primitivas nórdicas. Estas personas encienden hogueras y realizan ceremonias alrededor del fuego implorando la vuelta del sol. El arquetipo niño también con frecuencia se mezcla con otros, formando el niño-dios o el niño-héroe.
Muchos arquetipos son caracteres de leyendas.
El héroe es uno de los principales. Está representado por la personalidad mana y es el luchador de los dragones malvados. Básicamente, representa al Yo (tendemos a identificarnos con los héroes de las historias) y casi siempre está envuelto en batallas contra la sombra, en forma de dragones y otros monstruos. No obstante, el héroe es tonto. Es, después de todo, un ignorante de las formas del inconsciente colectivo. Luke Skywalker, de La Guerra de las Galaxias, sería el ejemplo perfecto.
Al héroe usualmente se le encarga la tarea de rescatar a la doncella, la cual representa la pureza, inocencia y en todas por igual, la candidez. En la primera parte de la historia de la Guerra de las Galaxias, la princesa Leia es la doncella. Pero, a medida que la historia avanza, ella se vuelve anima, descubriendo el poder de la fuerza (el inconsciente colectivo) y se vuelve un compañero igual que Luke, quien resulta ser su hermano.
El héroe es guiado por un viejo hombre sabio, una forma de animus que le revela al primero la naturaleza del inconsciente colectivo. En la Guerra de las Galaxias, este viejo es Obi Wan Kenobi, y luego Yoda. Obsérvese que ambos enseñan a Luke todo sobre la fuerza, y cuando Luke madura, mueren, volviéndose parte de él.
Quizás se estén preguntando por el arquetipo de "padre oscuro" de Darth Vader. Es la sombra y el maestro del lado oscuro de la fuerza. También resulta ser el padre de Leia y Luke. Cuando muere, se convierte en uno de los viejos hombres sabios.
Este es también un arquetipo animal y representa las relaciones humanas con el mundo animal. Un buen ejemplo sería el del caballo fiel del héroe. Las serpientes también son frecuentes arquetipos animales y creemos que son particularmente listas. Después de todo, los animales están más cercanos a sus naturalezas que nosotros. Quizás, los pequeños robots y la siempre disponible nave espacial (el Halcón) sean símbolos de animales.
Y luego está el ilusionista, usualmente representado por un payaso o un mago. El papel de éste es el de hacer las cosas más difíciles al héroe y crearle problemas. En la mitología escandinava, muchas de las aventuras de los dioses se originaban en algún truco demostrado a sus majestades por el medio-Dios Loki.
Existen otros arquetipos que son un poco más complicados de mencionar. Uno es el hombre original, representado en las culturas occidentales por Adán. Otro es el arquetipo Dios, el cual representa nuestra necesidad de comprender el Universo; que nos provee de significado a todo lo que ocurre y que todo tiene un propósito y dirección.
El hermafrodita, tanto hombre como mujer, es una de las ideas más importantes de la teoría junguiana y representa la unión de los opuestos. En algunos cuadros religiosos, Jesucristo está representado más bien como un hombre afeminado. Así mismo, en China, el carácter de Kuan Yin es de hecho un santo masculino (el bodhisattva Avalokiteshwara), ¡pero está pintado de una forma tan femenina que usualmente se le considera más como la diosa de la compasión!.
El arquetipo más importante es el de self (mantendremos aquí el término "self" que "sí mismo", por su aceptación literal en psicología de habla hispana. N.T.). El self es la unidad última de la personalidad y está simbolizado por el círculo, la cruz y las figuras mandalas que Jung halló en las pinturas. Un mandala es un dibujo que se usa en meditación y se utiliza para desplazar el foco de atención hacia el centro de la imagen. Puede ser un trazo tan simple como una figura geométrica o tan complicado como un vitral. La personificación que mejor representa el self es Cristo y Buda; dos personas, por cierto, que representan según muchos, el logro de la perfección. Pero Jung creía que la perfección de la personalidad solamente se alcanza con la muerte.
ESTADOS NO ORDINARIOS Y ORDINARIOS DE CONCIENCIA:
Aparte de la vigilia y el sueño, cada ser humano puede experimentar diversos estados de
conciencia que pueden llamarse alterados, modificados o no ordinarios.
Jung decía que en nuestros sueños y visiones, nos es posible experimentar mitos ajenos a
nuestra cultura, a éstos, normalmente no tenemos acceso mediante la lectura, imágenes o
conversaciones.
A este espacio, Jung lo llamó inconsciente colectivo.
La conciencia es independiente de nuestros sentidos físicos, aunque se encuentre
mediatizada por ellos en nuestra percepción cotidiana de la vida.
Algunos autores coinciden con ciertos arquetipos muy frecuentemente encontrados en los
seres humanos, el de la trascendencia y el de la mesianidad.
Los arquetipos influencian aspectos emotivos, intelectivos o conductuales en el ser
humano.
Entre ellos encontramos:
1. Creencias esotéricas, convicciones metafísicas, supersticiones.
2. Los principios éticos y sociales como valores inherentes a cada individuo.
3. Los sentimientos y las aspiraciones románticas, la exaltación del amor, los
presentimientos, la intuición.
4. La fascinación por lo mágico, por los cuentos y leyendas.
5. El miedo a la muerte.
Ramón Marqués comenta que para tener una perspectiva general de los arquetipos en el
estado ordinario de la conciencia, es recomendable recurrir a los conocimientos
esotéricos y orientales de las energías que rodean el cuerpo humano.
Las filosofías orientales y los medios esotéricos abundan en lo que se refiere a las
energías no materiales que envuelven el cuerpo del ser humano. Se habla se cuerpo
astral y cuerpo etéreo y de tres planos de energía: densa, sutil y causal, chakras como
centros de energía.
LOS SÍMBOLOS
La definición de símbolo no es única. Se suele aludir a representaciones o cosas que evocan
ideas. Para G. H. Mead, el creador del “interaccionismo simbólico” un símbolo significante
es aquel que provoca ciertas reacciones en el individuo.
Son estímulos que buscan una reacción. Esta es una concepción conductista ya que hay una
relación entre el gesto vocal u otro gesto (símbolo estímulo) con una reacción (respuestaconducta)
.
Según lo expresa Jung en su libro El hombre y sus símbolos, son términos, nombres o
aquellas cosas que pueden ser conocidas en la vida diaria aunque posea connotaciones
específicas además de su significado corriente y obvio. Representa algo vago, desconocido
u oculto para nosotros.
Dicho en otras palabras, una palabra o una imagen es simbólica si representa algo que va
más allá de su significado inmediato y obvio.
Sabemos que existen muchas cosas que
escapan del entendimiento humano y ante la dificultad de darle un nombre, usamos
símbolos. Un ejemplo claro de esto son las religiones, dentro de ellas, la cruz.
Jung distingue entre símbolos naturales y culturales. Los primeros se derivan de los
contenidos inconscientes de la psique y por ello representan un número enorme de
variaciones en las imágenes arquetípicas esenciales. Los culturales son aquellos que se han
empleado para expresar verdades eternas y siguen usándose en muchas religiones. Estos
tienen la particularidad de provocar emociones fuertes que actúan en los seres humanos
como en forma parecida a los prejuicios. Son parte integrante de nuestra constitución
mental y fuerzas vitales.
En aquellos casos en que son desdeñados, buscan alojarse en el
inconsciente y allí emergen como sombras, suelen aparecer en sueños. Algunos de esos
símbolos son los que Jung llamó el inconsciente colectivo, es decir, esa parte de la psique
que conserva y transmite la común herencia psicológica de la humanidad.
A nivel inconsciente, el ser humano a través de los sueños produce muchos símbolos de
manera espontánea. Además, hay aspectos inconscientes de nuestra percepción de la
realidad.
Pese a que nuestros sentidos reaccionan ante fenómenos reales, visuales y
sonoros en el mundo real, éstos son trasladados a la mente convirtiéndolos en sucesos
psíquicos.
Hay aspectos que permanecen bajo el umbral de la conciencia, fueron absorbidos
subliminalmente sin tener conciencia de ello y llegamos a ellos en momentos de intuición o
de pensamiento profundo.
LAS POLARIDADES
Desde los tiempos bíblicos existen los opuestos como polaridades: el bien y el mal,
claridad y oscuridad, Dios y demonio. En la filosofía oriental los opuestos están
representados por el Yin-Yang, un binomio del Zen que representa la claridad y la
oscuridad, lo masculino y lo femenino.
En Psicología, los opuestos aparecen por vez primera en los trabajos de Carl Jung y su
Psicología analítica. Las relaciona con los arquetipos culturales describiéndolos como la
suma de componentes estructurales del inconsciente colectivo del individuo, una forma
universal de pensamiento o idea que contiene elementos de emociones. Estas surgen en
forma simbólica en los sueños, en trastornos mentales, en las fantasías o por procesos
que Jung llama imaginación activa.
También opone las funciones evaluadoras como
pensar y sentir, las funciones perceptivas como sensación e intuición.
Para Jung, los elementos básicos psíquicos, negados por la persona de manera
consciente, buscan desarrollarse en el inconsciente. Jung comprar esto con el efecto que
hace una sombra en una persona, que tiende a reflejar algo que es real.
El decía que la
auténtica vida del hombre consiste en un complejo de oposiciones inexorables: día y
noche, nacimiento y muerte, felicidad y desgracia, bueno y malo. Agregó que fue
precisamente este conflicto interior del ser humano el que condujo a los primeros
cristianos a creer y esperar un pronto fin de este mundo y a los budistas a rechazar el
deseo o aspiración terrenal.
Jung considera que en esencia la personalidad contiene elementos bipolares como
introversión y extraversión, pensar y sentir, sensación e intuición, anima y animus,
masculinidad y feminidad. Además, afirma que una teoría psicológica de la
personalidad debe sostenerse sobre el principio de la oposición de los conflictos.
Para
Jung las tensiones creadas por los elementos conflictivos son la verdadera esencia de la
existencia. Opina que sin tensiones no existiría la energía en el ser humano y por ende
tampoco la personalidad.
También apuntó que el contraste entre las fuerzas psíquicas racionales (conscientes) e
irracionales (inconscientes) jamás desparece y agrega que los elementos polares no solo
se oponen unos a otros sino que también se atraen y se buscan entre sí.
El logro de su síntesis conduce a la estructura de la personalidad balanceada e
integrada. Para Jung la vida es un equilibrio entre opuestos irreconciliables. Para la
psicoterapia el objetivo sería reconciliarlos, sin embargo, la psicología analítica de Jung
percibe la vida psíquica del individuo compuesta de dos síntesis complementarias que
interactúan entre sí, el consciente y el inconsciente. Estos dos polos de la personalidad
componen la totalidad psíquica.
EL PROCESO DE INDIVIDUACIÓN
A través de la observación de sus pacientes, Jung descubrió que todos los sueños son
significativos en diversos grados para la vida del soñante sino que todos ellos son parte
de un entramado de factores psicológicos. Identificó que éstos siguen un cierto orden o
modelo y e a esto que Jung llamó proceso de individuación.
Afirma que es importante
llevar una secuencia de los sueños para poder observar que éstos guardan relación entre
sí aunque aparentemente sean aislados. De allí que él afirme que nuestra vida onírica
creen modelos o tendencias que hace que emerja una personalidad que lentamente va
haciéndose notoria en los otros.
El centro organizador desde el cual el efecto regulador parece ser una especie de átomo
de nuestro sistema psíquico, fuente de nuestras imágenes oníricas. Jung llamó a ese
centro el “sí mismo” y lo describió como “la totalidad de la psique”, para distinguirlo
del ego, que constituye solo una pequeña parte de la totalidad de la psique.
El sí mismo puede definirse como un factor d guía interior que es distinto de la
personalidad consciente y que únicamente puede captarse a través de la investigación de
los sueños. Estos demuestran que el sí mismo es el centro regulador que da una
maduración constante de la personalidad.
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