Es un tipo de trastorno de ansiedad que puede ocurrir después de que uno ha observado o experimentado un hecho traumático que involucra una amenaza de lesión o de muerte.
Con el trastorno de estrés postraumático, cambia la respuesta del cuerpo a un evento estresante. Normalmente, después del evento el cuerpo se recupera. Las hormonas y los químicos del estrés que el cuerpo secreta debido a dicho estrés regresan a los niveles normales. Por alguna razón, en una persona con trastorno de estrés postraumático, el cuerpo sigue secretando las hormonas y los químicos del estrés.
El trastorno de estrés postraumático puede ocurrir a cualquier edad y aparecer luego de eventos como:
- Un asalto
- Accidentes automovilísticos
- Violencia doméstica
- Desastres naturales
- Un encarcelamiento
- Violación
- Terrorismo
- Guerra
Si bien su inclusión como categoría de diagnóstico en la tercera
versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales (DSM) es relativamente reciente (APA, 1980), el trastorno
por estrés post-traumático (TEPT) hunde conceptualmente sus
raíces en la psiquiatría de finales del XIX y principios del XX. Así,
el estudio del trauma en pacientes histéricos, su origen y secuelas,
son objeto de discusión teórica central en las formulaciones de S.
Freud y P. Janet (véase, p.e., Ellenberger, 1970; Van der Kolk,
Weisaeth y Van der Hart, 1996; Nemiah, 1998).
La llegada de la
primera guerra mundial, con sus efectos devastadores, y después la segunda propiciaron que este estudio se extendiera a soldados que
habían estado expuestos a combate. En este período, la obra de
Kardiner (1941), la Neurosis de Guerra Traumática, representó
una aportación notable, particularmente por insistir en la importancia
de los elementos de activación fisiológica extrema presentes
en el trastorno. Los trabajos más cercanos en el tiempo de Horowitz
(1975, 1976, 1979) y la observación de Figley (1978), relativa
a que los veteranos de guerra del Vietnam presentaban un síndrome
de estrés característico, semejante al descrito en algunos
soldados de la segunda guerra mundial y denominado «neurosis de
guerra», contribuyeron a completar el acta formal de nacimiento
del trastorno.
Un nacimiento por demás polémico, ya que esta categoría
diagnóstica suponía admitir el papel central del «suceso»
(estresor reconocible) en la generación de los síntomas de malestar
subjetivo, causación externa y objetiva no del agrado de todos.
En las sucesivas revisiones del DSM, la definición del estresor
ha llegado a ser progresivamente más amplia. El DSM-III (APA,
1980) exigía que el estresor fuese lo suficientemente grave como
para «generar síntomas significativos de malestar en la mayor parte
de las personas y que se encontrase fuera de la experiencia humana
normal» (p. 249). La revisión de esta tercera versión añadió
que el estresor debería ser experimentado con «miedo, terror y desamparo
intensos» (DSM-III-R, APA, 1987, p. 296), y que incluso
el suceso traumático podía ser escuchado o presenciado y no só-
lo directamente experimentado. Finalmente, de la exigencia de que
el suceso debería encontrarse fuera de la experiencia humana normal,
se pasa en la actualidad a incluir sucesos que no necesariamente
revisten esta característica de anormalidad, que no tienen
por qué haber sido experimentados, pero que deben producir reacciones
emocionales intensas (DSM-IV, APA, 1994).
Estas especificaciones
han concluido en una ampliación de los estresores (estímulos/situaciones
amenazantes para la supervivencia) y por tanto
de los colectivos vulnerables a desarrollar sintomatología posttraumática y a ser usuarios de tratamientos psicológicos (y de otra
clase) para su remedio.
En primer lugar, tanto la conceptualización del suceso traumático (estresores externos objetivos que la persona experimenta,
presencia o a los que se confronta), como la inclusión del TEPT en
el apartado de los trastornos de ansiedad, justifican directamente
gran parte de los tratamientos psicológicos utilizados y revisados
aquí. Estos tratamientos de aprendizaje se asientan en los principios
conductuales y cognitivos descubiertos en el laboratorio y en
su aplicación en la investigación sobre el estrés, distinguiéndose
usualmente tres acercamientos principales en el tratamiento del
TEPT (Richards y Lovell, 1999): (i) el uso de técnicas de exposición
(en imaginación e in vivo), con el objetivo de evocar la ansiedad
y promover la habituación; (ii) la reestructuración cognitiva,
con el fin de modificar los supuestos, creencias y pensamientos desadaptativos;
y (iii) las técnicas de manejo de la ansiedad (básicamente
el entrenamiento en inoculación de estrés), cuyo objetivo es
enseñar a los individuos habilidades de afrontamiento para manejar
la ansiedad y otros síntomas.
La segunda consideración es que a la mencionada amplitud definicional
del suceso, le corresponde una sintomatología en la que
todos menos uno de los síntomas que describen a la persona con
un TEPT, según los criterios del DSM-IV, se obtienen como síntomas
informados por la persona y no como signos determinados objetivamente
(la reactividad fisiológica a las señales de exposición
es un criterio opcional). Partiendo de esta deficiencia, estudios recientes
intentan identificar índices biológicos más objetivos que
puedan proporcionar no sólo señales del síndrome, sino que permitan
administrar el posible tratamiento farmacológico más eficaz
(Davidson y Van der Kolk, 1996; Marshall, Davidson y Yehuda,
1998; Yehuda, Marshall y Giller, 1998; Stein, Seedat, Van der Linden
y Kaminer, 2000).
En tercer lugar, recordar que en las mismas raíces conceptuales
del trauma encontramos que las respuestas no sólo pueden estar relacionadas
con ansiedad, sino que también pueden dar lugar a disociación
(Janet, 1907). La importancia de esta respuesta al trauma
propició que en el DSM-IV se incluyese una categoría diagnóstica
estrechamente relacionada con el TEPT: el trastorno por
estrés agudo (TEA). Las diferencias básicas entre el TEA y el
TEPT se encuentran en la duración temporal de los síntomas (un
mínimo de dos días y nunca un máximo de 4 semanas para el primero)
y en la importancia que se da en el TEA a la sintomatología
disociativa de hecho, uno de los nombres sugerido para esta categoría
ha sido el de «trastorno disociativo reactivo breve» (Cardeña,
Lewis-Fernández, Bear, Pakianathan y Spiegel, 1996).
El
TEA y el TEPT representan los efectos psicopatológicos a corto y
a largo plazo, las reacciones agudas y crónicas, que pueden producir
estresores intensos, convirtiendo al primero en predictor discutido
del segundo (Harvey y Bryant, 1998), y llevando a la consideración
del uso de las técnicas hipnóticas en el tratamiento del
TEPT.
Por último, a diferencia de otros trastornos, el TEPT se encuentra claramente contextualizado: se trata de una pauta compleja
de respuestas, «disparada» por un suceso estresante identificado
en términos objetivos, que ocurre a una persona en un contexto histórico, socio-cultural y ontogenético concreto. La contextualización socio-cultural del TEPT influye sobre manera en la
validez de esta categoría y puede ser abordada desde distintos
puntos de vista. Por ejemplo, como una manera de explicar cómo
se gestó el trastorno, i.e., laiatrogénesis social del TEPT . En suma, el uso profesional y popular del concepto post-traumático ha ido in crescendo en la última década, y
paralelamente a ese crecimiento, la búsqueda de remedios más y
menos eficaces.
¿Por qué aparece el TEPT?
Hay varias razones posibles:
Motivos Psicológicos
• El recordar las cosas con claridad después de un shock puede ayudar a
entender lo que pasó y, en determinadas circunstancias, a sobrevivir.
• Los flashbacks obligan a pensar en lo que ha sucedido y se puede decidir qué
hacer si ocurre de nuevo.
• La evitación y el embotamiento ayudan a frenar el cansancio y la angustia de
recordar el trauma. Esto mantiene el número de "repeticiones" a un nivel
manejable.
• Estar «en guardia» lleva consigo poder reaccionar rápidamente si ocurriera otra
crisis. Esto puede dar la energía necesaria para seguir adelante.
Motivos Físicos
• Los recuerdos vívidos de lo sucedido mantienen los niveles de adrenalina
elevados y uno se siente tenso, irritable e incapaz de relajarse o de dormir bien.
• El hipocampo es la parte del cerebro que procesa la memoria. En el TEPT, los
niveles elevados de las hormonas de estrés, como la adrenalina, pueden
detener el procesamiento de los recuerdos del suceso, produciendo flashbacks
y pesadillas de forma continuada.
CRITERIOS DIAGNOSTICOS DEL DSM IV
Criterios para el diagnóstico del trastorno por estrés postraumático
A. La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han
existido 1 y 2:
1. la persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno (o más)
acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad
física o la de los demás
2. la persona ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror
intensos. Nota: En los niños estas respuestas pueden expresarse en
comportamientos desestructurados o agitados
B. El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente a través de
una (o más) de las siguientes formas:
1. recuerdos del acontecimiento recurrentes e intrusos que provocan malestar y
en los que se incluyen imágenes, pensamientos o percepciones. Nota: En los
niños pequeños esto puede expresarse en juegos repetitivos donde aparecen
temas o aspectos característicos del trauma
2. sueños de carácter recurrente sobre el acontecimiento, que producen
malestar. Nota: En los niños puede haber sueños terroríficos de contenido
irreconocible
3. el individuo actúa o tiene la sensación de que el acontecimiento traumático
está ocurriendo (se incluye la sensación de estar reviviendo la experiencia,
ilusiones, alucinaciones y episodios disociativos de flashback, incluso los
que aparecen al despertarse o al intoxicarse). Nota: Los niños pequeños
pueden reescenificar el acontecimiento traumático específico
4. malestar psicológico intenso al exponerse a estímulos internos o externos
que simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático
5. respuestas fisiológicas al exponerse a estímulos internos o externos que
simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático
C. Evitación persistente de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la
reactividad general del individuo (ausente antes del trauma), tal y como indican
tres (o más) de los siguientes síntomas:
1. esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el
suceso traumático
2. esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que motivan recuerdos
del trauma
3. incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma
4. reducción acusada del interés o la participación en actividades significativas
5. sensación de desapego o enajenación frente a los demás
6. restricción de la vida afectiva (p. ej., incapacidad para tener sentimientos de
amor)
7. sensación de un futuro desolador (p. ej., no espera obtener un empleo,
casarse, formar una familia o, en definitiva, llevar una vida normal)
D. Síntomas persistentes de aumento de la activación (arousal) (ausente antes del
trauma), tal y como indican dos (o más) de los siguientes síntomas:
1. dificultades para conciliar o mantener el sueño
2. irritabilidad o ataques de ira
3. dificultades para concentrarse
4. hipervigilancia
5. respuestas exageradas de sobresalto
E. Estas alteraciones (síntomas de los Criterios B, C y D) se prolongan más de 1
mes.
F. Estas alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social,
laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
Especificar si:
− Agudo: si los síntomas duran menos de 3 meses Crónico: si los síntomas
duran 3 meses o más.
Especificar si:
− De inicio demorado: entre el acontecimiento traumático y el inicio de los
síntomas han pasado como mínimo 6 meses.
El estrés postraumático se caracteriza
por el hecho de conceder una excesiva importancia
a las imágenes que se rememoran,
a la ansiedad que provocan, al agotamiento
permanente y al estado de alerta
continuo en que se vive. Este estado puede
no remitir nunca, pues en su génesis se han
desarrollado una serie de respuestas condicionadas
automáticas que tienen como fin
preservar la vida frente a situaciones similares
al trauma. En un primer momento,
tras el impacto emocional de la experiencia
traumática se va a producir un primer
aprendizaje emocional de tipo pavloviano
en el que se condicionan una serie de respuestas
automáticas (no conscientes, no deliberadas),
similar a la aversión aprendida
cuando un determinado alimento nos intoxica:
se desarrolla una respuesta automática de aversión que provoca asco, náuseas
y evitación del alimento que creemos que
ha producido el daño, y que se generaliza a
su olor y otros estímulos salientes de la situación.
Este aprendizaje (RodríguezSaavedra
& Cano-Vindel, 1995) tiene un
gran valor adaptativo, pues asocia un estímulo que ha sido etiquetado como peligroso
con una respuesta emocional potente
que nos activa y nos lleva a evitar dicho estímulo.
Además, con el paso del tiempo se suele
producir un segundo aprendizaje emocional
de tipo cognitivo en el que, a fuerza
de repetir continuamente procesos sesgados,
se va generando una espiral creciente
que mantiene y aumenta el estado emocional.
Tras el trauma, se desarrollan muchos
procesos y sesgos cognitivos relacionados con
el acontecimiento traumático y con sus
consecuencias (Eysenck & Eysenck, 2007).
El sesgo cognitivo de tipo atencional
consiste en que casi toda la atención se
centra en el suceso traumático y en sus
consecuencias (síntomas de reexperimentación,
activación y evitación). El sesgo interpretativo
se observa en varios procesos:
se interpretan nuevas situaciones que puedan
tener algún parecido con el evento
traumático acontecido como peligrosas
(e.g., cruzarse con un joven que se parece
al violador), el razonamiento justifica de
manera irracional ciertas culpas por comportamientos
que podían haber evitado el
suceso (e.g., “si no hubiera salido de casa”,
“si no hubiera elegido esa trayectoria”, “si
no hubiera utilizado el transporte público”,
etc.), todos los pensamientos son de contenido
negativo (“mi vida ya no tiene sentido”,
“he muerto en vida”), se concede mucha
importancia a estos pensamientos (perdiendo
relevancia las cosas que no han
cambiado y llenaban su vida), se generaliza
de manera que el mundo se percibe como
altamente peligroso (ahora muchas situaciones
pueden ser peligrosas), las expectativas
de que suceda algo malo se multiplican,
se pierde la confianza sobre la seguridad
propia (disminuye la sensación de control
percibido), no se confía en los recursos
propios, ni en la posibilidad de recibir ayuda
(apoyo social).
TRATAMIENTO
La terapia cognitiva (TC)
Desarrollada por Beck y su grupo
(Beck, 1976; Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979) se basa en el supuesto
de que la interpretación del suceso, más que el propio suceso,
es la que determina los estados emocionales y de ahí los pensamientos
desadaptativos que conducen a las respuestas patológicas.
En suma, la TC se plantea como objetivo identificar las cogniciones
desadaptativas y cambiarlas por unas más ajustadas a la
realidad.
Aunque repetidamente se ha subrayado la importancia de los aspectos
cognitivos(creencias) en la respuesta al trauma , la investigación relativa a la aplicación
de la TC para el tratamiento del TEPT es escasa. Esto se debe
a que las teorías del procesamiento de la información parten de
que la EP posibilita la re e s t ru c t u ración cognitiva (RC), ya que durante
la exposición la persona aprende que las creencias fundadas
en el miedo no poseen una base real . Al margen de lo discutible que resulte el que la ex p o s i c i ó n
conduzca a la RC, mediante esta técnica se enseña a los pacientes
a:(i) identificar sus pensamientos desadaptativos;(ii) evaluar la validez
de esos pensamientos y cambiar los que resultan erróneos o
inútiles; y (iii) sustituirlos por unos más lógicos o beneficiosos.
Hipnoterapia
El uso de las técnicas hipnóticas en el tratamiento del TEPT tiene
su justificación a la hora de abordar la sintomatología disociativa,
síntomas disociativos que representan uno de los elementos
cruciales que diferencian las categorías de TEA y TEPT. A pesar
de que la hipnosis se entiende conceptualmente como una forma
estructurada y controlada de disociación, de elicitar el fenómeno
disociativo y de enseñar a los individuos un control sobre él (Spiegel,
1988; Spiegel y Cardeña, 1990), es conveniente no olvidar que
la primera supone un contexto controlado en el que de modo intencional
se evoca un estado especial, mientras que la segunda se
refiere a un conjunto de conductas y experiencias que acaecen espontáneamente
en un contexto no controlado, y que incluyen una
pérdida de la memoria y perturbaciones en el sentido del sí mismo
(Putnam, 1992). Esto significa que aunque existe una investigación
relativamente amplia de la hipnosis en el contexto de los estudios
de laboratorio, no puede decirse lo mismo de su empleo como
tratamiento terapéutico para el TEPT o el TEA, algo que ponen
de manifiesto las diversas revisiones (Spiegel y Cardeña,
1990; Cardeña, Maldonado, Galdón y Spiegel, 1999; Cardeña,
2000).
Desde un punto de vista terapéutico la hipnosis cumpliría tres
funciones: la recuperación del material traumático disociado, la reconexión
entre el afecto y el material recordado, y la transformación
de los recuerdos traumáticos (Turner, McFarlane y Van der
Kolk, 1996). Aunque algunos estudios de caso respaldan su uso en
el TEPT (Spiegel, 1988, 1989; Jiraneck, 1993; Leung, 1994), la
mayor parte carecen del rigor metodológico suficiente como para
considerar a la hipnosis como un tratamiento eficaz para el TEPT.
El estudio mejor controlado que convierte a la hipnosis en un tratamiento
prometedor y «posiblemente eficaz» como señalan algunos
autores (Cardeña, 2000) fue el mencionado más arriba de
Brom et al (1989), en el que la hipnosis resultó igualmente beneficiosa
que la desensibilización sistemática y la psicoterapia psicodinámica
en el tratamiento de la sintomatología post-traumática.
¿Qué puede ayudar?
Psicoterapia‐ Al recordar el acontecimiento, analizarlo y darle sentido, su mente puede
hacer su trabajo normal de almacenamiento de los recuerdos y puede pasar a afrontar
cosas nuevas.
La terapia cognitiva conductual (TCC)‐ La TCC le ayuda a pensar de forma diferente
acerca de sus recuerdos, de modo que se vuelven menos angustiosos y más
manejables. Por lo general, implica relajación para ayudarle a tolerar la molestia
derivada de recordar los hechos traumáticos.
Desensibilización y reproceso por el movimiento de los ojos (DRMO)‐ Utiliza los
movimientos oculares para ayudar al cerebro a procesar los flashbacks y dar sentido a
la experiencia traumática.
Hablando con un grupo de personas que han pasado por lo mismo o por
acontecimientos traumáticos similares.
Terapia de grupo‐ Esto puede ayudarle a sentirse menos solo y aislado.
Medicación‐ Los antidepresivos reducen la intensidad de los síntomas de TEPT y alivian
cualquier síntoma depresivo. Si los antidepresivos son eficaces, se debe continuar con
ellos durante aproximadamente 12 meses antes de reducirlos lentamente. Si está tan
triste que no puede dormir o pensar claramente, puede que necesite medicación
ansiolítica, aunque no por más de 10 días.
Terapias centradas en el cuerpo tales como la fisioterapia y osteopatía, masajes,
acupuntura, reflexología, yoga, meditación y Tai Chi.
Estos pueden ayudar a controlar
la angustia y reducir la sensación de estar "en guardia" todo el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario